Madrid no es (toda)
EspañaAl
mensaje de Ayuso, cristalino en su nefasta simplicidad, hay que contraponerle
medidas concretas de salud pública como bien común y un proyecto en el que se
visualice Madrid inserta en un Estado federal plurinacional como objetivo
necesario Si de
muestra vale un botón, la campaña electoral para el parlamento de la Comunidad
Autónoma de Madrid es todo un botonazo que hace patente que España, realidad
política compleja y compuesta, aún se ve secuestrada por un centralismo
político del que no acabamos de salir. Y eso es así a pesar de un Estado
autonómico –así solemos considerar al Estado español haciendo referencia a su
organización territorial–, el cual, digan lo que digan, está lejos de ser un
Estado federal que, en nuestro caso, tendría que ser además plurinacional si se
quiere que realistamente corresponda a esa composición suya que hoy por hoy
sigue viéndose orillada. La candidata
ultraderechista a la presidencia de la comunidad, la señora Díaz Ayuso –no me
refiero, pues, a la candidata de Vox, que es fascista, sino claramente a la del
PP, cuya filiación política no mengua su ultraderechismo, sino que lo incrusta
en el populismo de un partido que falsamente se presenta como de
centro-derecha–, con su aplomo habitual, basculando entre la frivolidad y el
cinismo con el arte que le es propio, situó hace meses ante la opinión pública
una pieza nuclear de su mensaje con la fórmula “Madrid es España”, añadiendo a
tan concentrado epítome de su ideario la coletilla “dentro de España”
–¡faltaría más!–. La conjunción entre conservadurismo en moral y costumbres,
por una parte, y nacionalismo españolista a ultranza, por otra, adobada con
ingredientes fascistas, antifeministas, xenófobos y despreciativos hacia los
que el capitalismo arroja a la pobreza, encuentra su más lograda síntesis en
esa visión de España que en la mentalidad derechista de la candidata Ayuso ve
condensada su realidad en el Madrid para el cual ella y los suyos trabajan con
tanta insolencia como denuedo. Lo grave de tal correlación entre España y
Madrid así vistos es que cuela como si tal cosa, cual si fuera asunto menor,
como un exceso poco menos que folklórico de candidata tan popular-populista, al
que no se le presta mayor atención porque bastante hay con neutralizar su
soflama electoralista en torno a bares y cervezas, remitiéndose a las terrazas
donde el madrileñismo tiene su privilegiado campo de expresión. ¡Craso error! Recordar que hay una España periférica que no quiere ser
periférica es de la máxima importancia política para nuestro Estado No hace falta
preguntarles a ciudadanas o ciudadanos catalanes, por ejemplo, qué
piensan de ese desatinado tomar la parte por el todo que comentamos –los
independentistas está claro que sinécdoque tan descarada la perciben como
inesperado argumento a su favor, proveniente de lo más hondo del imaginario
españolista–, pues su opinión vendría a remachar la que merece una política
madrileña que tiene a gala estar en desleal competencia permanente con una
Cataluña a la que dice estar superando en todo. El que escribe estas líneas es
andaluz, de la periferia, pues, como se considera la realidad política hispana
desde un centro incapaz de imaginarse de una manera excéntrica. Pero es muy
probable que me encuentre al lado de muchos conciudadanos y conciudadanas
también periféricos que nos asombramos –es un decir– de que de la misma
comunidad de Madrid no salgan voces más audibles criticando la visión
centralista de España que la enfática declaración de la señora Ayuso deja ver,
es más, que expresa haciendo ostentación de ella. Por eso mismo es de agradecer
que, como contrapunto a los discursos –algunos de ellos antidiscursivos– que se
dan en la campaña electoral de Madrid, una voz como la de la presidenta de la
Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, Francina Armengol, en acto compartido
con el presidente valenciano Ximo Puig, diga expresamente que “España no es
Madrid y muchas veces se le olvida a todo el mundo”. ¡Bravo por palabras
tan refrescantes! Recordar que hay
una España periférica que no quiere ser periférica es de la máxima importancia
política para nuestro Estado. A este respecto, sería interesante a la vez
recoger las voces de quienes en Madrid se oponen a las derechas españolistas
presentándose como alternativa a ellas. Es cierto que el necesario balance de
la nefasta gestión que ha hecho el gobierno de Díaz Ayuso en medio de la crisis
sanitaria de la covid-19 ha
de acaparar por fuerza buena parte del debate electoral, como así mismo las
políticas que se proponen en contraposición al darwinismo social alentado por
las medidas privatizadoras de lo público aplicadas por el PP, con caldo
de cultivo donde se impone la insolidaria ley del más fuerte. Pero eso no quita
que se pueda poner también en el punto de mira de la crítica el papel jugado
por la Comunidad Autónoma de Madrid en el desconcierto generado por su Gobierno
en lo que respecta a la falta de coordinación y acuerdo entre comunidades
autónomas y con el Gobierno de España a la hora de afrontar la crisis sanitaria
y sus consecuencias socioeconómicas. Es decir, es palmaria la contradicción de
quien dice “Madrid es España” y se desentiende del resto de España –es, por
cierto, lo que ha hecho desde hace siglos un centralismo político que no ha
querido entender la realidad de España…, porque no le ha interesado ni le
interesa–. ¿Cómo se quiere
situar a Madrid en la España actual con sus realidades nacionales y su
diversidad cultural? Parecería que la cuestión bien podría merecer alguna línea
en los programas de las izquierdas, pues la covid-19 plantea importantes
urgencias que atender, pero no hace que se disipe el agotamiento del modelo
autonómico ni la crisis en que se halla el Estado español. Muchos nos
resistimos a pensar que las izquierdas madrileñas estén metidas en el bucle de
un centralismo que inconscientemente también les atrapa. El caso es, sin
embargo, que quienes se dicen federalistas no lo muestran en modo suficiente. Y
si ya fue un desliz dejarse pillar por la iconografía de la sobredosis de
españolismo que presidió hace meses el encuentro del presidente del Gobierno
con la presidenta de la Comunidad de Madrid, preocupante es que se transparente
tal endeblez del federalismo que se dice propugnar de forma que lo hace poco
creíble –lo cual, por otra parte, no extraña cuando el mismo candidato Illa
aparcó tal cuestión en la campaña del PSC para el parlamento catalán–. Es
una pena que no haya ninguna palabra sobre eso, pues si así fuera sería de
especial relevancia para romper el marco ideológico en el que la candidata
Ayuso se coloca y sitúa a los demás.
Dado que las elecciones
a la Asamblea de Madrid tienen efectivamente relevancia para el conjunto de
España, habría que lograr que ello no fuera meramente por el empeño de las
derechas en hacer de ellas un plebiscito contra Sánchez y el Gobierno de
coalición de izquierda que preside, sino porque en ellas se formula una palabra
sobre España y su realidad compleja y compuesta, haciéndose cargo del
federalismo plurinacional que nuestro Estado necesita. No me digan que es mucho
decir y más esperar. Ya lo sé. Pero también podemos saber que no estamos para
mucho aguantar en una crisis del Estado en la que, obviamente, están inmersas
sus comunidades autónomas, y que no se puede prorrogar indefinidamente. También
para derrotar al conservadurismo, al neoliberalismo y a las tentaciones
fascistas de la derecha es necesario remover el marco de pensamiento
centralista, asociado por lo demás a la monarquía que de él mismo se aprovecha
desde que lo impuso, en el que se mueve desde hace siglos. Al mensaje de la
señora Ayuso, cristalino en su nefasta simplicidad, hay que contraponerle
medidas concretas de salud pública como bien común y a la vez un proyecto, por
ejemplo, en el que se visualice la comunidad de Madrid inserta en un Estado
federal plurinacional como objetivo necesario. Hablando de España es un mensaje
lanzado desde periferias que están dispuestas a dejar de serlo y que deseamos
tanto una comunidad abierta, y una ciudad de Madrid cosmopolita, como
aborrecemos una centralidad rancia como la que hoy se promueve desde un casticismo
regresivo y clasista. |